Las cuadras.

Bajé de mi yegua y la llevé cerca de la cabaña de las cuadras. La acricié un poco y me senté a su lado mientras ella pastaba un poco.

Gemma y yo llegamos a las cuadras de la torre. No habia muchos caballos, abundaban mas las criaturas del desierto.
-Perfecto-susurre- con la poca gente que hay en la torre seguro que muchos de estos animales no tienen dueño...- se me ilumino la mente.- ¿este es tu caballo gemma?.

Según me lo decía, alcancé a ver un precioso caballo blanco. Me acerqué a él. Tenía los ojos azules. Lo acaricié y le di un poco de comida que previamente cogi del suelo. La comió con gusto.
-Lo llamaré- me quedé pensativo un rato- mmmm ¡Sora!-sonreí- si asi es , Sora, el nombre perfecto.
Miré a Gemma, tal vez esperando su aprobación, con una sonrisa.

La miré burlón.
-Perdona pero no es una revancha-protesté-porque la ultima vez lo unico que recuerdo que hicistes fue tirate encima mia por la espalda cuando ya me iva. Ademas- añadí- un humano no tiene nada que hacer contra un yan en el desierto, sudais demasiado.
La hice una mueca y solté una carcajada.

Cuando me dijo eso y empezó acaminar para el lado contrario al que yo estaba, me entro un dolor en el estómago. Eso no era lo que queria, no queria que se enfadara conmigo.
-¡Gemma!-esperé- ¡Gemma! ¡lo siento de veras no queria que te enfadaras, por favor perdóname!.
-Yo te amo-dije en un susurro de palabras incomprensibles. Una lagrima cayó por mi mejilla, una lágrima que no salía desde hace demasiados años...

De entre las sombras de la cuadra salio mi figura, mi intencion no habia sido espirar, pero cuando oi los gritos de la pareja de enamorados pense que lo mejor seria aguardar hasta que se fueran, dejandoles algo de privacidad.
Al rato se fueron, pense en seguirlos para asegurarme que no se mataban uno al otro pero llegue a la conclucion de que sería mejor dejarles sus propios asuntos.
Cuando ya me disponia a irme vi a Namrell sentada en el suelo, mirando a su yegua con una expresion de calma y tranquilidad que nunca habia visto en su rostro. Por mi mente paso la idea de ir con ella, hablar, ganarme su amistad, pero sabia que verme haría que ese actual rostro de paz pasara a ser uno de miedo. Que ella viniera a mi cuando pudiera mirarme, yo no metria prisa.
Con un casi audible suspiro me fui de alli.

Distraídamente mimano bajó hasta mi vientre y estuvo allí un rato, hastaque me dí cuenta de lo que hacía; aparté rápidamente la mano y escuché unos pasos alejándose; vi a aquel humano desaparecer en cuanto giré la cabeza y suspiré. No podía encontrar la fuerza para mantener una conversación amigable y despreocupada con el, pero le debía una disculpa. Me levanté, cogí a mi yegua y dspués de llevarla a las cuadras y quitarle la silla y las bridas, le dí algo de agua. Respiré ondo y me dirigí a buscar a Tristan, o ese era el nombre que había oído.